Saturday, September 09, 2017

El desastre del judaísmo liberal americano II: Cuando las grandes instituciones liberales judías mienten - Caroline Glick


Progres y bastante bobitos

Durante la semana pasada, dos importantes instituciones liberales judías estadounidenses han producido sendos estudios que desacreditan sus nombres y reputaciones como organizaciones creíbles. Sus acciones son importantes en sí mismas. Pero también señalan una tendencia inquietante en los EEUU, donde la credibilidad de importantes instituciones estadounidenses está siendo socavada desde dentro por sus miembros al perseguir sus estrechas agendas ideológicas en nombre de sus instituciones.

Las implicaciones políticas de esta tendencia cada vez más acusada estaban claramente en evidencia en las elecciones presidenciales de 2016. Desde una perspectiva sociológica más amplia y a largo plazo, si la tendencia actual no se invierte, las implicaciones para la sociedad estadounidense probablemente serán duraderas y profundamente destructivas.

El primer estudio fue producido por el Museo de la Memoria del Holocausto de los EEUU. Se trataba de las políticas del presidente Obama con respecto a la guerra en Siria y específicamente los actos de asesinatos en masa cometidos por el régimen de Assad. Autorizado por Cameron Hudson, un ex funcionario de la administración Obama que ahora es el director del Centro Simon-Skjodt para la Prevención de Genocidios, el informe absolvía a la administración y presidencia de Obama de toda responsabilidad por el baño de sangre en Siria.

Según lo informado por la revista Tablet, el documento argumentaba que "por una variedad de factores, que eran más o menos fijos, se hizo muy difícil desde el principio para la administración Obama tomar medidas eficaces para prevenir atrocidades en Siria".

La afirmación del documento se basaba en "modelos computacionales y metodología de la teoría de juegos, así como entrevistas con expertos y creadores de políticas". Argumentaba que si el entonces presidente Barack Obama no hubiera ignorado su propia línea roja y hubiera respondido con fuerza al ataque con armas químicas del régimen sirio en Ghouta, no habría existido  alguna diferencia.

En los últimos meses de la administración Obama, el propio presidente Obama nombró a varios de sus leales, incluyendo a su adjunto asesor de seguridad nacional Ben Rhodes, en puestos en la junta del Museo de la Memoria del Holocausto. Rhodes fue uno de los arquitectos de la política de Obama en Siria.

Después de que las secciones del informe fueron hechas públicas por el Tablet y el informe fue colgado en el web del museo, sus resultados fueron rechazados de manera virulenta y enojada por prominentes líderes comunales judíos y activistas de los derechos humanos.

Por ejemplo, el crítico literario Leon Wieseltier dijo a Tablet: "Lo primero que tengo que decir es: Vergüenza para el Museo del Holocausto".

Añadió: "Si tuviera tiempo haría una versión paródica de eso del análisis algorítmico contrafactual y lo aplicaría también a la decisión de John J. McCloy de no bombardear los hornos de Auschwitz en 1944. Estoy seguro de que podríamos haber inventado ese jodido algoritmo para eso también".

Wieseltier tenía razón. Un modelo matemático se basa en entradas y salidas. Si se introducen datos específicos, se obtendrán consecuencias específicas. Desde una perspectiva académica, los hallazgos del estudio carecen de valor.

A raíz de la tormenta que provocó el informe, el museo retiró el estudio de su web y canceló su presentación formal programada para el 11 de septiembre.

Pero el daño que el Museo de la Memoria del Holocausto provocó en su reputación mediante la producción y publicación de un informe sesgado, falsamente motivado por razones políticas, no es algo que pueda ser mitigado retirándolo de su sitio.

Como sugirieron algunos de los líderes comunales judíos que hablaron con Tablet  el Museo de la Memoria del Holocausto ha disminuido su autoridad moral como institución publicando un informe claramente producido para reescribir la historia reciente de una manera que absolviera a la administración Obama de toda su responsabilidad por los asesinatos en masa en Siria.

Aunque angustioso, el impacto de la acción del Museo de la Memoria del Holocausto se limita a una falsedad histórica. El objetivo del segundo estudio publicado esta semana por una estimada y prominente institución implicaba distorsionar y de hecho bloquear la discusión sobre un problema que está en curso.

Esta semana, el Grupo de Investigación en Educación y Estudios Judíos de la Universidad de Stanford publicó un informe que pretende demostrar que no hay un antisemitismo significativo en los campus universitarios estadounidenses y que los estudiantes judíos no se sienten amenazados por dicho antisemitismo.

Las conclusiones de Stanford contradicen un enorme cuerpo de datos, recopilados por investigadores durante la última década, que muestran todo lo contrario. Parece ser que el estudio de Stanford busca desacreditar el trabajo de cientos de investigadores profesionales y académicos, periodistas y líderes judíos en los EEUU.

Pero eso no sucede, y es que el estudio de Stanford es absurdo.

Como los investigadores, dirigidos por el profesor asociado de Educación de Estudios Judíos Ari Kelman, dejaron claro en su informe, su estudio es el producto de entrevistas a un grupo deliberadamente elegido y no representativo de 66 estudiantes judíos de cinco campus de California, los cuales además no están involucrados en la vida judía.

Los investigadores dijeron que eligieron deliberadamente sólo a esos judíos que no están involucrados en la vida judía en el campus porque constituyen la mayoría de los estudiantes judíos en los campus. Los investigadores afirmaron que los informes sobre el antisemitismo en los campus están generalmente distorsionados, porque generalmente destacan las opiniones de la minoría de estudiantes judíos que sí participan profundamente en la vida judía en sus universidades. Sus opiniones, dijeron los investigadores, son diferentes de las opiniones de aquellos jóvenes judíos que no están involucrados.

Ciertamente, hay un argumento válido para investigar las opiniones de aquellos estudiantes judíos no involucrados en la vida judía sobre el antisemitismo en el campus. Pero los investigadores no hicieron eso. Ni siquiera examinaron una muestra aleatoria, y por lo tanto estadísticamente significativa de los jóvenes judíos no involucrados.

Hicieron todo lo posible para asegurarse de que esos estudiantes judíos "no involucrados" fueran de la clase de estudiantes judíos "no involucrados" que les interesaban a ellos. Mientras escribían: "Examinamos a los estudiantes con respecto a sus actividades para determinar si encajan o no con nuestros criterios generales para así minimizar aquellos con unas definiciones muy diferentes de 'participación' que las nuestras".

Kelman y su equipo, armados con sus estudiantes escrupulosamente seleccionados y no representativos, unos 66 estudiantes judíos "no involucrados" de su predilección, concluyeron que todos los investigadores que han realizado estudios estadísticamente relevantes de los estudiantes judíos en los campus universitarios estadounidenses están equivocados. No hay un problema con el antisemitismo en el campus. Todos los estudiantes judíos con los que los investigadores hablaron se sentían perfectamente seguros en sus campus como judíos.

Este hallazgo académicamente inútil, publicado bajo el membrete de la Universidad de Stanford, ya sería bastante malo. Pero el hecho es que este hallazgo es el aspecto menos siniestro del estudio.

El verdadero propósito del "estudio" era utilizar a este grupo deliberadamente seleccionado de estudiantes para cerrar el debate sobre la forma de antisemitismo más prevalente y de más rápido crecimiento en los campus: el antisionismo.

La encuesta encontró que sus interlocutores,  esos 66 estudiantes judíos "no involucrados", rechazan la confluencia de los judíos e Israel.

"Ellos se irritan ante el supuesto de que ellos, como jóvenes judíos, apoyen necesariamente las políticas israelíes. Se oponen a la acusación de que los judíos estadounidenses son responsables de las acciones del gobierno israelí y expresan una similar incomodidad con la expectativa de que todos los judíos deben ser sionistas".

Al mismo tiempo, a esos estudiantes seleccionados realmente no les gusta demasiado Israel. Los estudiantes judíos de la encuesta son "hipercríticos con Israel", cuyas acciones "generalmente contradicen a menudo sus propios valores políticos".

Aquí comenzamos a ver el propósito ideológico del estudio pseudo-académico del área de Estudios judíos de Stanford.

Lo primero es lo primero. Los estudiantes que creen que las acciones de Israel "generalmente contradicen a menudo sus propios valores políticos" le dijeron a Kelman y a sus colegas que se ofendían por "la acusación de que los judíos estadounidenses son responsables de las acciones del gobierno israelí".

Y esto tiene sentido porque esa acusación es evidentemente una forma de antisemitismo. Al igual que los antisemitas que acusan a los judíos de haber asesinado a Jesús, los antisemitas en los campus atribuyen la responsabilidad de los supuestos "crímenes" del Estado judío a los estudiantes judíos estadounidenses en California.

Así que al "rozarles" la acusación, los estudiantes que sus investigadores seleccionaron deliberada y meticulosamente reconocieron que estaban ofendidos por el antisemitismo.

Pero entonces, de manera muy útil, estuvieron de acuerdo con los investigadores en que "el antisemitismo no es antisemitismo".

El estudio continuó explicando que sus estudiantes han sido intimidados en silencio por el "tono del activismo político del campus en general, y alrededor de Israel y Palestina específicamente".

Ese tono, dijeron, es "severo, divisivo y alienante", y los estudiantes desean evitar pagar "los costos sociales" de la participación.

Por lo tanto, un estudio que involucra a una muestra deliberadamente seleccionada y no representativa de aquellos estudiantes judíos que reconocen que no piensan mucho en Israel, sigue encontrando que la atmósfera del debate sobre Israel es tan miserable que esos judíos que de otra manera hubieran quizás deseado participar, están demasiado asustados como para hablar.

De alguna manera, los investigadores lograron ignorar este descubrimiento obvio. En vez de prestar atención al elefante en la habitación, Kelman y su equipo fingieron que el elefante era un lavavajillas.

Y así el estudio concluía que el problema no eran los antisemitas.

Kelman le dijo a Tablet que además de sentirse "rechazados (los estudiantes del estudio) por personas que los culpan a ellos por Israel - es decir, una acusación antisemita -, también se sienten rechazados por la suposición de gente de la comunidad judía de que todos los judíos están detrás de las acciones del Estado de Israel".

En otras palabras, el antisemitismo de los estudiantes que los acusan de responsabilidad por las políticas de Israel porque son judíos resulta tan malo como los intentos de los estudiantes pro-israelíes de involucrarlos en la defensa de Israel (un sector al que la muestra deliberadamente no representativa de Kelman no le interesa para nada).

Combinando a judíos pro-Israel y antisemitas que odian a Israel, los investigadores de Stanford dan cobertura al continuado antisemitismo en los campus.

Al explicar las cosas en nombre de sus estudiantes judíos no representativos, atacar a los judíos por ser judíos es sólo parte de un debate legítimo, que puede ser igual de alienante que el debate pro-Israel de los defensores de Israel, que son tan malos como sus oponentes.

En suma, los estudiantes que piden la aniquilación de Israel y exigen que los judíos no defiendan el derecho de Israel a existir, no son antisemitas por querer matar a más de 6 millones de judíos israelíes y atacar de paso a cualquiera que no comparta su visión genocida, solamente son partidarios en un debate legítimo.

Los partidarios del BDS que desean librar una guerra económica y cultural contra Israel y los judíos israelíes sólo porque Israel existe tampoco son antisemitas. Ellos son solamente defensores de una preferencia política legítima.

Los activistas anti-Israel que atacan a los judíos estadounidenses que profesan su apoyo al sionismo tampoco son antisemitas. Ellos, al igual que los estudiantes pro-Israel, solamente están participando en un debate desagradable pero completamente legítimo.

Al publicar sus hallazgos bajo el nombre de Stanford, Kelman y sus asociados están usando la marca de Stanford para dar credibilidad a su investigación pseudo-académica cuyo objetivo transparente y pernicioso es poner fin al debate público sobre el antisemitismo en los campus universitarios, y así mantener la intimidación de los estudiantes judíos en silencio.

Mientras que el Museo de la Memoria del Holocausto fue condenado con razón por su disposición a tener su institución secuestrada sirviendo a estrechos fines partidistas que distorsionan el registro histórico, los informes de los medios de comunicación sobre el pseudo-estudio de Stanford han sido respetuosos. Esto es profundamente preocupante. Mientras las instituciones judías no paguen ningún precio por la explotación de su nombre por miembros impulsados ​​por una agenda política, no retendrán a sus miembros. Y con el tiempo, la fe del público estadounidense en sus instituciones nacionales continuará disminuyendo, en detrimento de Estados Unidos como un todo.

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