Monday, June 12, 2017

La impaciente guerra de la derecha israelí contra las universidades de izquierdas - Shmuel Rosner



Aquí hay una historia de Israel que algunos más que unos pocos norteamericanos entenderán fácilmente: es la historia de las universidades israelíes, fuertemente inclinadas hacia la izquierda, y del intento fallido de la derecha de hacerlos girar hacia la derecha. En el último par de días, Israel ha sido un hervidero sobre este tema, con los mismos de siempre cantando las melodías habituales. “Fascismo”, claman los profesores universitarios de izquierdas y “politización”, clama la derecha y sus militantes. Los estudiantes, siempre "tan poco manipulables y objetivos", amenazan con ir a una huelga. Los profesores se comprometen a resistir todos los intentos de silenciarlos. Y un filósofo, el profesor Asa Kasher, bajo un aluvión de críticas, acusa a todos de jugar a la política.

Kasher fue requerido por el ministro de Educación Naftali Bennet para resolver un problema, o lo que Bennet considera que es un problema. Las universidades israelíes están controladas mayoritariamente por izquierdistas y toleran discursos y acciones que van más allá de los límites del discurso público israelí.

Las universidades israelíes emplean a profesores que apoyan boicots contra Israel. Las universidades lavan el cerebro de sus estudiantes permitiendo la presencia de profesores que politizan sus clases y las convierten en púlpitos para las ideas más radicales, todas siempre del mismo campo político.

¿Cómo puede Kasher resolver tal problema? Kasher tiene experiencia a la hora de redactar códigos de ética. Redactó el código de ética del IDF . Así que el ministro le encargó escribir un código de ética para los campus, con la esperanza de que dicho código controlara estas tendencias de los profesores a jugar a la política en las clases. “El propósito de mi documento es proteger al mundo académico de la adulteración política”, dijo el domingo Kasher. El código incluye instrucciones que supuestamente evitan que los profesores utilicen su posición para hacer avanzar una determinada agenda política, aunque Kasher reconoce el hecho obvio de que no todas las cuestiones políticas se pueden evitar en las clases.

Sin embargo, ayer estaba bajo ataque. Sus colegas en el mundo académico utilizan duras palabras para describir su código y la iniciativa del ministro. “El código ético propuesto por el profesor Asa Kasher socava la institución de la libertad para la educación superior para decidir sus propios códigos de conducta para su personal académico, y por lo tanto infringe daños a la libertad académica de una forma muy grave y fundamental”, sostuvo la organización paraguas de los jefes de las universidades de Israel.

Kasher fue tildado de censor, fascista, un tipo peligroso, un portavoz del gobierno.

"La mayoría de mis críticos", argumenta el propio Kasher, "ni siquiera se han molestado en leer el código propuesto, y no conocen su contenido". Él describe los ataques contra él como un reflejo pavloviano, como parte del problema que se está tratando de remediar, la descarada politización del discurso académico. “El problema que tienen estas personas con el código de ética es el problema que tienen con [el ministro] Bennett. Tan pronto como Bennett lo aceptó, la izquierda se opuso radicalmente”.

Sin duda ahí tiene razón, pero sus críticos no solamente se oponen al código de ética debido a la participación de Bennett. Se oponen porque no ven que sea un problema que precisa de una solución. Se oponen porque su temor a una intromisión o control político de su negocio es mucho más poderoso que su malestar ante los elementos radicales que en sus universidades politizan y pervierten la enseñanza.

De hecho, esa es la pregunta clave, mientras se observa el desarrollo del drama: ¿Es un problema tan serio esa radicalización y manipulación?

La respuesta es sí y no.

: las universidades se inclinan hacia la izquierda, y en muchas de sus facultades no hay variedad y diversidad en los puntos de vista. En el último par de días he oído algunas historias de terror sobre profesores que de vez en cuando acosan a los estudiantes que vienen a las clases con el uniforme del IDF, sobre profesores que utilizan su tiempo para predicar contra el gobierno y sus políticas, y sobre profesores que utilizan términos despectivos cuando alguien no está de acuerdo con sus ideas políticas radicales. Es fácil entender por qué un ministro de Educación derechista no está satisfecho con esta situación y por qué se sentiría obligado a desencadenar un cambio gradual.

No: ya que sí es cierto que las universidades se inclinan hacia la izquierda, y las historias de terror sobre manipulación y radicalización no son raras, todavía es muy posible que un estudiante de derechas o de centro estudie, se gradue, e incluso sobresalga en la universidad. Los estudiantes en Israel no son niños. Son adultos. Pueden manejar a esos molestos profesores sin la necesidad de una protección constante. Incluso podrían beneficiarse de la exposición a esos puntos de vista excéntricos, puntos de vista muy diferentes a los suyos generalmente (lo prueban sus elecciones electorales en las elecciones). Y en cuanto a los casos graves de mala conducta , estos pueden ser manejados en base de caso por caso.

En otras palabras: hay un problema, pero parece como si en este caso Bennet haya decidido utilizar un martillo muy pesado para resolver un problema que no necesita un clavo muy grande. Esto es tan perjudicial para la reputación de Israel como para sus universidades, y resulta imprudente por lo que supone un error. Una batalla de alto perfil entre el ministro y el mundo académico podría ser bueno para el ministro, políticamente hablando. No va a lograr lo que la derecha quiere lograr y conseguir: una alteración gradual de las tendencias en la universidad y una representación de más peso para los puntos de vista conservadores en el discurso académico israelí.

Este código de ética captará la atención del público durante unos días, incitará a la izquierda contra la derecha y a la derecha contra la izquierda, provocando muchos titulares y bastante furia. Un código de ética no va a lograr un cambio, porque las universidades no son los militares. No son instituciones con la jerarquía del IDF, donde todo lo que se necesita es un profesor de ética para escribir un código (un reflexivo código bastante impresionante, en el caso del IDF) y la dirección del IDF para que sea obligatorio su funcionamiento. Las universidades son más difíciles de ganar y dominar. Cambiarlas llevará años, no semanas o meses. Cambiarlas sin arruinarlas, o sin dañar su reputación, supone adoptar un enfoque matizado, prudente, astuto.

Si Bennet quiere hacer cambios en las universidades tendrá que ser más inteligente y mucho más paciente, y tener un plan mejor. Pero quién sabe, tal vez todo lo que realmente desea es conseguir titulares.

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